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(Juan Caballero) |
Cerca de un millón y medio de juguetes y 400.000 balones fueron repartidos ayer entre miles de asistentes murcianos. Cayó la noche y partió el desfile del Entierro de la Sardina por las calles de Murcia. Un cierto regusto a pólvora quemada inundaba el ambiente, vaticinando el final, el fuego, la consumación de la fiesta, la reducción a cenizas de lo venerado durante estos días. Atrás quedaron cabalgatas del Entierro más insulsas, más simples, más cortas. Ayer, simplemente, lució la creatividad impuesta a un desfile que cada año reclama por si solo ser más espectacular. Esa es la palabra. La labor técnica realizada para sacar por las arterias de la ciudad atracciones mecánicas complejas, como un águila de gran envergadura y de plumas verdes sobrevolando el asfalto, con Miss Murcia en su lomo, o una astronauta de aproximadamente diez metros de altura, del Grupo Caliche, caminando con soltura por la carretera, fueron los momentos más llamativos del Entierro.
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