CON LA PRIMA DE RIESGO DISPARADA Y SUPERANDO LOS 600 PUNTOS BÁSICOS
SOMOS UNA PRESA FÁCIL POR LA PRESIÓN DE LOS MERCADERES QUE SON QUIENES
VERDADERAMENTE NOS GOBIERNAN
A muchos se les llenaba la boca, pletóricos de alegría, cuando
entramos a formar parte de esta mal llamada Unión Europea, cuyo nombre correcto
debería ser Unión Europea de Mercaderes y Usureros, que reduce a las naciones
soberanas al mero papel de Colonia o Protectorado. El segundo error fue adoptar
el euro como monea única (¡qué listos los ingleses al conservar la suya, mal
que nos pese reconocerlo!). Muchos adivinábamos que el euro iba a significar, a
la larga, un auténtico cataclismo económico, como así ha sido; no deja de ser
curioso que los países del Sur (Grecia, Italia, España y Portugal) sean los que
hoy están sufriendo las peores consecuencias de una crisis que aún desconocemos
cómo y de qué forma va a terminar. Países que comenzaron a disfrutar las
delicias de este capitalismo de nuevo cuño, ignorando lo que les aguardaba a la
vuelta de la esquina. Creíamos haber inventado el Paraíso. Vivimos por encima
de nuestras posibilidades y disfrutamos con las vacas gordas. Montamos un
modelo de Estado que se ha revelado insostenible por los cuatro costados, con
un feroz aparato burocrático que es el cáncer que corroe la médula de nuestra
economía. Y ahora estamos pagando las consecuencias. España es hoy una ¿nación?
donde ni siquiera se sabe el número de políticos que viven parasitariamente de
un Estado raquítico que cada vez va a menos. Por decirlo gráficamente es como
un perro acosado de garrapatas donde siguen acudiendo otras a millares a chupar
la poca sangre que queda.
Los últimos gobiernos, especialmente el actual y el
anterior, han sido lo más nefasto que nos ha podido ocurrir en los últimos 50
años. Políticos mediocres y sectarios que han actuado con un escandaloso
descerebramiento, manteniendo un modelo de Estado insostenible que nos lleva
directamente a la ruina. Varias generaciones futuras de españoles habrán de
pagar también muy caro los dispendios incontrolados de esta execrable casta
política que debería ser barrida del mapa de un solo golpe, sin distinción de
colores ni ideologías. Y frente a todos ellos ¿qué tenemos? Una masa de indignados de fin de semana, que acuden
a manifestaciones con el mismo sentido folklórico que se va a una romería o
montan la tienda de campaña en improvisados campings veraniegos sobre plaza
pública. La indignación no sirve para nada si no va acompañada de un ansia
revolucionaria, auténticamente renovadora, que subvierta el anacronismo en el
que hoy vivimos. Con razón decía Lenin que la democracia es la posibilidad que
tiene el ciudadano de cambiar de tirano cada cuatro años. O como también
aseguraba Benjamín Franklin: “dos lobos y un cordero, decidiendo lo que se va a
comer”. No es este tipo de democracia liberal-capitalista, inútil y tutelada la
que va a salvar al pueblo. No es este modelo de Estado (la peor réplica de una
República federal) el más idóneo para sacarnos del lodazal en el que estamos
metidos y tampoco creo que sea este tipo de sociedad aquella que sea capaz de
reaccionar frente a tanta indignidad e injusticia. Se necesita un auténtico
PUEBLO que esté dispuesto a luchar hasta las últimas consecuencias por
regenerarse y regenerar a la Nación ya sea por la fuerza de la razón o la razón
de la fuerza. Pero… ¿existe ese pueblo?
(P.C.M.)

