lunes, 6 de agosto de 2012

HIROSIMA: UN CRIMEN DE GUERRA NUNCA JUZGADO


SE CONMEMORA EL 67 ANIVERSARIO DEL LANZAMINENTO DE LA PRIMERA BOMBA ATÓMICA DE LA HISTORIA SOBRE UNA CIUDAD

Aún hoy, 67 años después, sigue planteada la cuestión ética sobre si la explosión nuclear que destruyó Hirosima aquel lunes, 6 de agosto de 1945 a primeras horas de la mañana y que hasta finales de ese mismo año causó más de 140.000 víctimas en su mayoría civiles, fue un crimen de guerra o no. Los norteamericanos, vencedores de aquella contienda, se justifican diciendo que su lanzamiento evitó la muerte de centenares de miles de norteamericanos y también japoneses, sin embargo hay circunstancias y evidencias perfectamente constatables que indican todo lo contrario. A mediados de 1945 Japón estaba al borde del derrumbamiento y su derrota era inminente en todos los frentes. Hubiera bastado sitiar el archipiélago japonés para que éste hubiese caído como una fruta madura.

La destrucción de dos ciudades japonesas (Hirosima, el 6 de agosto y Nagasaki el 9) por sendas bombas nucleares  aceleró el final de la guerra, es cierto (Japón se rindió el 15 de agosto haciéndose ésta efectiva el 2 de septiembre), pero la pregunta continúa siendo si fue necesario  inmolar aquellas dos ciudades cuando el Imperio japonés se sabía ya vencido prácticamente y su rendición era cuestión de meses ante la grave escasez de alimentos y materias primas que sufría y la pérdida del poder ofensivo de su ejército.
Harry S. Truman dio la orden de masacrar esas ciudades movido por un sentimiento de venganza y para justificar los 2.000 millones de dólares que había costado el llamado Proyecto Manhattan, iniciado por su predecesor Franklin Delano Roosvelt. También para demostrar a la entonces Unión Soviética el poderío militar alcanzado por los EE.UU. al poseer estas terroríficas armas atómicas. Para los criminales de guerra nazis hubo un Nüremberg, pero jamás lo hubo para los vencedores que también cometieron crímenes de guerra abominables. Rusos, ingles y americanos fueron los vencedores de la II Guerra Mundial, pero ninguno de sus jerarcas fue nunca juzgado ni condenado. Quizá sea porque como bien dice el adagio, los vencedores escriben la historia y no solo la escriben, sino que ellos mismos se exoneran de sus propios crímenes. Pero la Historia nunca olvida…