EL PRINCIPITO ENRIQUE,
EL MIEMBRO DÍSCOLO DE LA FAMILIA REAL, QUE VA DE ESCÁNDALO EN ESCÁNDALO, RECIENTEMENTE HA APARECIDO DESNUDO EN UNAS
FOTOS QUE HAN DADO LA VUELTA AL MUNDO
Según un un viejo dicho “la
mujer del César no solo tiene que ser honrada, sino además parecerlo” En
este caso no se trata de una mujer (aunque su madre, la ya desaparecida Diana,
también ocupó muchos titulares en la prensa) sino de un príncipe que ocupa un
puesto destacado en la línea de sucesión de una antigua Monarquía europea, como
es la británica.
Los flemáticos ingleses deben andar estos días muy escocidos
por la actitud, bastante díscola por cierto, de su principito Enrique, una auténtica joya de la corona como es este
segundo hijo del heredero Carlos de Inglaterra
que posiblemente ocupará el trono un año de estos, aunque Isabel II
parece fabricada de una pasta tan longeva que de abdicar o cerrar el ojo de
momento, nada de nada. Mientras tanto el nieto, el principito, va de escándalo en escándalo. Ya dio los primeros pasos
cuando apareció en una fiesta de disfraces vestido de oficial nazi (brazalete
rojo con swástica incluida) o cuando probablemente saturado de alcohol se lanzó
vestido a una piscina y ahora, para rizar el rizo, apareció posando desnudo
junto a varias féminas en las habitaciones de un hotel de lujo de las Vegas. Gracias a las sustanciosas sumas aportadas
por el erario público inglés, estos reales niñatos viven como dios.
Las Monarquías hace
ya tiempo que dejaron de ser la forma de gobierno más acorde con los tiempos
actuales, se les llame representativas, parlamentarias o como se las quiera
denominar; son reminiscencias del pasado que aún se mantienen por simple decoro
en muchos países de Europa, aunque en la práctica y a efectos gubernamentales
no sirvan ya para nada allá donde aún siguen implantadas, convirtiéndose
así en un capricho histórico cuyo
mantenimiento cuesta muchos millones de euros. Y no olvidemos que la inglesa es
una de las más caras de Europa. Es evidente que la familia real inglesa se cree
a salvo de cualquier asomo republicano dado el grado de conservadurismo de esta
sociedad, con independencia de la actitud que observen sus más altos
representantes. Y precisamente en función de esa representatividad deberían ser
modélicos en todos los aspectos, pero los tiempos cambian y esta casta
privilegiada se sabe amparada por la más absoluta impunidad por lo que importa
poco el modo de vida licenciosa o disipada que adopten. Nunca pasa nada y para
demostrarlo ahí tienen a todo
un potente
y soberbio gabinete jurídico dispuesto a proteger las continuas salidas de tono
de sus miembros, el dispendio del que hacen gala y el alto coste en prestigio
que puedan suponer estos hechos. Los
“annus
horribilis” de los que hablaba Isabel II deben ser, en realidad, unas
simples anécdotas, sin la más mínima trascendencia. Ahora –y de nuevo- toca a
la prensa británica guardar el más absoluto silencio sobre un nuevo escándalo
que recorre el mundo con la velocidad de la pólvora. En fin, allá ellos y sus
reales numeritos. Pero dentro de todo tienen mucha suerte. En otros países con
un sentido más desarrollado de la ética, probablemente, ya se hubiese
proclamado una República. Pero en la conservadora y flemática Inglaterra, tal
posibilidad es sencillamente una quimera.
M.J.S.