viernes, 24 de agosto de 2012

Opinión: INGLATERRA AMENAZA A LA PRENSA Y A LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN SI PUBLICA LAS FAMOSAS FOTOS DEL PRÍNCIPE


EL PRINCIPITO ENRIQUE, EL MIEMBRO DÍSCOLO DE LA FAMILIA REAL, QUE VA DE ESCÁNDALO EN ESCÁNDALO,  RECIENTEMENTE HA APARECIDO DESNUDO EN UNAS FOTOS QUE HAN DADO LA VUELTA AL MUNDO

Según un un viejo dicho  “la mujer del César no solo tiene que ser honrada, sino además parecerlo” En este caso no se trata de una mujer (aunque su madre, la ya desaparecida Diana, también ocupó muchos titulares en la prensa) sino de un príncipe que ocupa un puesto destacado en la línea de sucesión de una antigua Monarquía europea, como es la británica.


Los flemáticos ingleses deben andar estos días muy escocidos por la actitud, bastante díscola por cierto, de su principito Enrique, una auténtica joya de la corona como es este segundo hijo del heredero Carlos de Inglaterra  que posiblemente ocupará el trono un año de estos, aunque Isabel II parece fabricada de una pasta tan longeva que de abdicar o cerrar el ojo de momento, nada de nada. Mientras tanto el nieto, el principito, va de escándalo en escándalo. Ya dio los primeros pasos cuando apareció en una fiesta de disfraces vestido de oficial nazi (brazalete rojo con swástica incluida) o cuando probablemente saturado de alcohol se lanzó vestido a una piscina y ahora, para rizar el rizo, apareció posando desnudo junto a varias féminas en las habitaciones de un hotel de lujo de las Vegas.  Gracias a las sustanciosas sumas aportadas por el erario público inglés, estos reales niñatos viven como dios.

 Las Monarquías hace ya tiempo que dejaron de ser la forma de gobierno más acorde con los tiempos actuales, se les llame representativas, parlamentarias o como se las quiera denominar; son reminiscencias del pasado que aún se mantienen por simple decoro en muchos países de Europa, aunque en la práctica y a efectos gubernamentales no sirvan ya para nada allá donde aún siguen implantadas, convirtiéndose  así en un capricho histórico cuyo mantenimiento cuesta muchos millones de euros. Y no olvidemos que la inglesa es una de las más caras de Europa. Es evidente que la familia real inglesa se cree a salvo de cualquier asomo republicano dado el grado de conservadurismo de esta sociedad, con independencia de la actitud que observen sus más altos representantes. Y precisamente en función de esa representatividad deberían ser modélicos en todos los aspectos, pero los tiempos cambian y esta casta privilegiada se sabe amparada por la más absoluta impunidad por lo que importa poco el modo de vida licenciosa o disipada que adopten. Nunca pasa nada y para demostrarlo ahí tienen a todo  un potente y soberbio gabinete jurídico dispuesto a proteger las continuas salidas de tono de sus miembros, el dispendio del que hacen gala y el alto coste en prestigio que puedan suponer estos hechos. Los “annus horribilis” de los que hablaba Isabel II deben ser, en realidad, unas simples anécdotas, sin la más mínima trascendencia. Ahora –y de nuevo- toca a la prensa británica guardar el más absoluto silencio sobre un nuevo escándalo que recorre el mundo con la velocidad de la pólvora. En fin, allá ellos y sus reales numeritos. Pero dentro de todo tienen mucha suerte. En otros países con un sentido más desarrollado de la ética, probablemente, ya se hubiese proclamado una República. Pero en la conservadora y flemática Inglaterra, tal posibilidad es sencillamente una quimera.

M.J.S.